Desde que llegó a la pantalla chica, en 1967, Margalida Castro se ganó el cariño de todo un país con producciones icónicas como Enfermeras, La ley del corazón, Doctor Mata, El Secretario, Chepe Fortuna, Hasta que la plata nos separe, Gallito Ramírez, Yo amo a Paquita Gallego, y la lista sigue con decenas de personajes y proyectos.
Sin embargo, sobre todas las cosas, permanecerá en la memoria de muchas personas por la excelente imitación del acento costeño que usó para dar vida a sus personajes, pese a que era santandereana. Tanto así que fue nombrada costeña honoraria por el fallecido periodista Ernesto McCausland.
“A mí se me dan muy bien los acentos porque soy música (estudió flauta y es arquitecta) y porque para mí, cada libreto es un pentagrama, cada personaje es una obra musical que voy armando según como habla”, comentó la actriz en algún momento a EL TIEMPO en entrevista con la periodista Olga Lucía Martínez, realizada en el año 2020.
Además, la ‘abuelita de Colombia’, como alguna vez se autoproclamó, siempre brilló por su voz fuerte y alegre, su vigencia y capacidad de trabajo inagotables y, por compararse con dos ídolos deportivos, Mariana Pajón y Egan Bernal.
“Amo esa frase de Mariana Pajón cuando dice: ‘Yo no voy a competir, voy a ganar’ ”, confesó.
Su gran fe y trabajo hablaron por ella. Son varios los actores que han contado que estando en escenas con Margalida Castro sienten que hay escarcha en el set, sin saber de dónde llega.
‘Vos me alucinás’, le decía el difunto argentino David Stivel, quien la dirigió en ‘Música, maestro’. Y eso, “viniendo de un argentino, pues era maravilloso”. Asimismo, la intérprete contó en la entrevista con este diario que desde que era pequeño, el libretista Miguel Ángel Baquero, había soñado con estar a su lado.
Ambos hombres fueron sus grandes amigos, como la mayoría de actores con los que trabajó y con los que rezaba cuando necesitaban algo. Incluso, les indicaba a qué santo debían dirigir sus oraciones, “porque cada uno tiene una misión. Es que en la droguería del cielo está todo lo que necesitamos”.
Su casa, una digna representación de su fervor, siempre estuvo llena de estatuas de distintos tamaños de santos a los que les hizo vestidos y zapatos con telas lujosas, “porque se lo merecían”. Igual hizo con estatuas en distintas iglesias de la ciudad y en la de la mina de sal de Zipaquirá.
Ella misma daba testimonio de los resultados de sus plegarias: “El apartamento de una de mis hijas en Chile se incendió, y cuando me salió el personaje de ‘Chepe Fortuna’ ahorré todo el dinero para comprarle uno nuevo, pero Úrsula (personaje que interpretó en la novela) moría y todavía me faltaba. Entonces apareció un nuevo rol allí, el de Bárbara von Braun Lacouture Infante, y me alcanzó además para regalarle a mi hija las cortinas de su nuevo hogar”, dijo.
Leyendo, haciendo ejercicio y orando se pasaba los días. No sabía manejar redes sociales, pero las administraba su mánager, quien difundía sus mensaje para los más de 200.000 seguidores que tenía la actriz.
Más allá de la televisión
Margalida estudió flauta clásica y pudo mostrar su enorme destreza en la producción de Música maestro, con el personaje de Élida Pacheco. Sin embargo, en un atraco, en los años 80, le rompieron el brazo derecho, le destrozaron la mandíbula y no pudo tocar de nuevo.
Ni los tratamientos brutales ni los golpes de la vida la frenaron. Se casó dos veces. Tuvo dos hijas con Carlos Perozzo: Gina Paola y Carla, y ambas viven en Chile con sus tres nietos. Ganó dos veces el premio India Catalina como mejor actriz de reparto y en el 2015 recibió el galardón Víctor Nieto a Toda Una Vida por su trayectoria.
Tuvo cáncer, según ella, porque el 98 por ciento de esta enfermedad fue por somatizar rabias, dolores y rencores que adquirió al pasar por tortuosos tratamientos en sótanos de centros psiquiátricos.
Su experiencia en el psiquiátrico
Como buena artista, Margalida supo transformar el dolor en inspiración, a través de varios libros en los que hablaba de lo traumático que es estar en hospitales psiquiátricos, en donde la amarraban de pies y manos y le inyectaban agua caliente en el estómago para que se calmara.
“Me resbalé en un piso jabonoso. Mi cabeza se estrelló contra el lavamanos. El golpe fue tan fuerte que el lavamanos se rompió -contó- Mi mamá les pidió a los médicos que me salvaran, quedara como quedara. El doctor Jaime Gómez González y ocho neurocirujanos más me operaron, y quedé bien, pero sin poder dormir, y así se me fue fundiendo el cerebro; a uno se le revienta el disco duro, y para el manicomio”, contó a este medio en 2020.
Con toda la seriedad del mundo narró, en ese entonces, que cuando hace 30 años se le apareció la Virgen, le dijo que ese hecho había sido programado desde el cielo para que ella contara esta historia.
Algunas de sus obras, de carácter testimonial, fueron: ‘Margalida: del manicomio a la luz’, ‘Camisa de fuerza’ y ‘A ti María que tomaste mi vida por asalto’.
Tanto sus libros como sus personajes salvaron vidas. “Una joven de Tame, Arauca, me dijo que con 27 años y en embarazo, se iba a suicidar porque sufría de depresión. Una tía le llevó uno de mis libros, y luego de leerlo pensó que si yo había sido capaz de pasar por lo que sufrí, ella podía seguir viviendo. Su niño se llama Emmanuel Emmanuel, así, doble, como símbolo de salvación. Me dijo que siguiera escribiendo, porque mi testimonio era muy poderoso y fuerte”.
El último adiós a esta grande de la actuación se hará el 20 de diciembre, en la Iglesia Santa Teresita (calle 43a # 18a – 31), a las 2:00 p.m.
Redacción Cultura